lunes, 4 de febrero de 2013

POETAS ABÁSIDAS



ABDULLA IBN AL-MU’ TAZZ 

(Samara, 761)

La luna es una guadaña de plata
Cegando sobre un campo
De lirios incendiados.





ABBAS IBN AL-AHNAF

(Basora, 750)

En realidad tú nunca has sufrido, ni conocido
    la angustia del insomnio.
Soy yo quien nunca puede dormir,
    y mientras vivo, no puedo detener
las lágrimas que brotan de mis ojos.

Me desprecias cuando te hablo,
    sin embargo los amantes que citan mi verso triunfan.
Me he convertido en la mecha de una vela destinada
    a iluminar una habitación para otros hombres
mientras me consumo en el aire enrarecido.





IBRAHIM BEN UTMAN

(Córdoba, 796)

No me tachéis de inconsecuente porque mi corazón
haya sido apresado por una voz que canta:

Hay que estar serio unas veces y otras dejarse emocionar:
como la madera, de la que sale lo mismo
el arco del guerrero que el laúd del cantor.





AL QALFAT

(Damasco, 915)

El hombre inteligente
¿qué puede esperar, en una época
en que los pies ocupan el lugar de la cabeza?





ABU AL-ALA AL-MA’ARRI

(Siria, 973)

Tú decías que tenemos un sabio creador
y yo repliqué tienes razón, pero mira,
tú afirmas que Él no conoce lugar ni tiempo.
Tales términos, por todo lo que sabemos, podrían ser
un idioma secreto: lo que equivale
a decir que no podemos pensar recto.





IBN SUHAYD

(Alepo, 992)

Cuando, llena de su embriaguez, se durmió,
y se durmieron los ojos de la ronda,
me acerqué a ella tímidamente,
como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.
Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño;
me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.
Besé el blanco brillante de su cuello;
apuré el rojo vivo de su boca.
Y pasé con ella deliciosamente,
hasta que sonrieron las tinieblas,
mostrando los blancos dientes de la aurora.





ULAYYA BINT AL-MAHDI

(Bagdad, 856)

Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti
Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:
una luz que nace de un sol y de una luna.
Hasta tal punto el cuerpo y el alma se completan mutuamente.





ABU ABDOLLAH DJAFAR RUDAKÍ SAMARCANDÍ

(Rudak , 940)

Vive felizmente con las de ojos negros
que el mundo no es nada más que viento y fábula.
Alégrate de lo que has conseguido
y no recuerdes el pasado.
Para mí aquel rizado y perfumado cabello,
para mí aquella cara de luna que es de raza de ángeles.
Afortunado es el que utiliza y obsequia,
desafortunado el que no utiliza y ni ofrenda.
Este mundo de anhelo es como el viento y la nube,
acerca el vino, ¡pase lo que pase!





ABU MUHAMMAD ALI IBN HAZM

(Marruecos, 993)

Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino,
mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente.
Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida.
¡Ay de ti! ¿Es pecado este anhelo de vivir?
Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad
parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.





IBN ZAYDUN

(Córdoba, 1003)

Me censuráis que él me suceda
en los afectos de aquella a la que amo;
mas no hay en eso infamia:
era un manjar apetitoso
y la mejor parte me tocó a mí,
el resto se lo dejé a esa rata.





ABBAD IBN MUHAMMAD AL MUTADID 

(Sevilla, 997)

¡Cuántas noches pasé allí
al lado de una muchacha
de esbelto y airoso talle
y de firmes caderas anchas!
¡Y cuántas noches también
pasé a la orilla del agua
con la linda cantaora
en la vega solitaria!





AL-MU`TAMID

 (Agmat, 998)

Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.




OMAR AL-TAŶATAT AL-WADI ABBAD

(Granada, 1048)

Esa mujer ha muerto para ti entre jardines y fuentes.
Su tristeza es mayor que la belleza del mundo.
Ahora la verás caminar ajena entre fiestas y banquetes
Su corazón es la jarra de arcilla rota por el suelo.




IBN KHAFAJA D’ALZIRA         

 (Alzira, 1058)

Con mirada de gacela
y el cuello – qué cuello – como el de un ciervo blanco;
sus labios rojos como el vino rojo;
y los dientes – ah, los dientes! – vaya una espuma.

Como las estrellas, relucientes, entrelazan la luna,
languidecía de embriaguez dentro de la túnica dorada.

La mano del amor me visitó durante la noche,
un vestido de abrazos que la aurora desgarraba.




ALI AL QASIM AL QABRÍ

(Egabro, 982)

Si no tienes, muchacho, el austero falerno que buscamos
sírvenos del oscuro néctar que cargamos en estas garrafas.
Acércanos dos vasos y vierte su líquido:
el beso será de una mujer esbelta y fragante en nuestros labios.

No alcance el licor el fondo de estas ánforas,
que el vino las desborde y vacuos en ellas quedemos,
ahítos, desiertos de nosotros mismos,
agazapados
tal el segundo anterior a que un escorpión inyecta
el veneno en su víctima.
Y sin embargo,
que suene el rebab y desgrane su luz la darabukka,
dancen las púberes de nacientes pechos,
rieguen el aire en su aletear agua de azares y rosas.
Apuremos el vino, bebamos,
acabemos con esta farsa.




YALAL AD-DIN MUHAMMAD RUMI

(Afganistán, 1022)

Dios lo sabe de cierto, yo lo ignoro.
En mi corazón hay algo que sonríe.
Una rama de rosal que se mece en
la brisa, es mi corazón.




SHAKÎR WA’EL

(Shiraz,  1132)

La soledad
es oír cómo se apagan las estrellas
sobre el firmamento en desorden de tu pelo.

Y la tristeza
un ventarrón vacío
que al amanecer se vuelve caricia.




MUAHMMUD IBN AL-MAHAD

(Bagdad, 1252)

Dentro del mundo perceptible
hay otro cosmos que se mueve
como la garra del tigre
entre las hojas que agonizan.
De igual modo la imagen
de la amada tiembla
debajo de tu piel.




SHABESTARI

(Kermanshá 1288)

Apura aquel vino cuya copa es
el rostro de la Amada,
y su vaso,
los ojos ebrios del bebedor.





MOHAMMAD SHIRIN MAQREBI

(Tabriz, 1367)

Cuando el sol de tu cara se manifestó,
aparecieron los átomos de los dos mundos.
Cuando ese sol de tu cara proyectó sombra,
de aquella penumbra apareció cuanto existe en el universo.
Cada átomo inundado por el sol de tu rostro,
amaneció brillando como un nuevo sol.


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