Anábasis
- Canto I
I
Sobre
tres grandes estaciones estableciéndome con honor, auguro bienes al suelo en
que fundé mi ley.
Las
armas en la mañana son bellas y el mar. A nuestros caballos entregada la tierra
sin almendras nos vale este cielo incorruptible. Y no se nombra al sol, pero su
pujanza está entre nosotros y el mar por la mañana como una presunción del
espíritu.
¡Tú
cantabas, poderío, en nuestras rutas nocturnas...! En los idus puros de la
mañana, ¿qué sabemos del sueño, nuestro mayorazgo?
¡Un
año aún entre vosotros! ¡Dueño del grano, dueño de la sal, y la cosa pública en
justas balanzas!
No
gritaré a las gentes de otra orilla. Ni trazaré grandes
barrios
de ciudades en las laderas con el azúcar de los corales. Pero mi designio es
vivir entre vosotros.
En
el umbral de las tiendas ¡gloria!, ¡mi fuerza entre vosotros! y la idea pura
como una sal celebra sus audiencias en el día.
*
...
Frecuenté la ciudad de vuestros sueños y detuve en los mercados desiertos ese
puro comercio de mi alma, entre vosotros
invisible
y asidua como un fuego de espinos en pleno viento.
¡Tú
cantabas, poderío, en nuestras rutas espléndidas...! «En la delicia de la sal
todas son lanzas del espíritu... ¡Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!
A
quien, alabando la sed, no ha bebido el agua de las arenas en un casco, le
concedo poco crédito en el comercio del alma...» (Y no se nombra al sol, pero
su pujanza está entre nosotros.)
*
Hombres,
gente de polvo y de todas las costumbres, gente de negocio y de ocio, gente de
los confines y gente de más allá, ¡oh gente de poco peso en la memoria de estos
lugares!; gente de los valles y de las mesetas y de las más altas pendientes de
este mundo en el límite de nuestras riberas; husmeadores de signos, de
semillas, y confesores de soplos en el Oeste; seguidores de pistas, de
estaciones, levantadores de campamentos con la brisa del alba; oh buscadores de
agua en la corteza del mundo; oh buscadores, oh descubridores de razones para
irse a otra parte, no trafiquéis con una sal más fuerte cuando, por la mañana,
en un presagio de reinos y de aguas muertas suspendidas en lo alto sobre los
vahos del mundo, los tambores del exilio despiertan en las fronteras la
eternidad que bosteza sobre las arenas.
*
...
Con hábito puro entre vosotros. Un año aún entre vosotros. «¡Mi gloria está en
los mares y mi fuerza entre vosotros!
A
nuestros destinos prometido el soplo de otras riberas y, llevando más allá las
semillas del tiempo, el resplandor de un siglo en su apogeo en el fiel de las
balanzas...»
¡Matemáticas
suspendidas de los bancos de sal! ¡En el punto sensible de mi frente donde el
poema se aloja, inscribo este canto de todo un pueblo, el más ebrio, de
nuestros astilleros sacando inmortales carenas!
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