EL
MUNDO PROSAICO DE LA ACTIVIDAD
Y
EL MUNDO DE LA POESÍA
Las
proposiciones precedentes arrastran hacia un mundo que yo no puedo reprochar a
Sartre que ignore. Este libro intenta el descubrimiento de ese mundo nuevo.
Pero, no obstante, aparecerá sólo a la larga, lentamente. "Si el hombre no
cerrara soberanamente los ojos, escribe René Char, terminaría por no ver lo que
vale la pena ser mirado." Pero, "a nosotros, afirma Sartre, nos basta
con ver el árbol o la casa. Absorbidos por completo en su contemplación, nos
olvidamos de nosotros mismos. Baudelaire es el hombre que no se olvida jamás.
Se contempla viendo, mira para verse mirar; contempla su conciencia del árbol,
de la casa, y las cosas sólo se le muestran a través suyo, más pálidas, más
pequeñas, menos afectantes como si las percibiera a través de unos anteojos.
Las cosas no se señalan las unas a las otras, como la flecha muestra el camino,
como la señal marca la página. Su misión inmediata es por el contrario volver a
enviar a la conciencia cursi". Y más adelante: "Existe una distancia
original entre Baudelaire y el mundo que no es la nuestra: entre los objetos y
él se inserta siempre una translucidez un poco húmeda, un poco demasiado subyugadora,
como un temblor de aire cálido, en el verano." No podría representarse
mejor la distancia que media entre la visión poética y la de todos los días. Nos
olvidamos a nosotros mismos cuando la flecha muestra el camino, o la señal, la
página: pero no es ésta una visión soberana, sino que se halla subordinada a la
búsqueda del camino (que vamos a tomar),de la página (que vamos a leer). En
otras palabras, el presente (la flecha, la señal) está determinado por el
futuro (el camino, la página). "Es, según Sartre, la determinación del
presente por el futuro, del existente por lo que todavía no es... a la que los
filósofos llaman en la actualidad transcendencia". Es cierto que en la
medida en que la flecha o la señal tienen esta significación transcendente, nos
suprimen y nos olvidamos de nosotros mismos si las contemplamos de esta forma
subordinada. Mientras que, en cambio, las cosas "más pálidas, más
pequeñas" y, nos dice él, "menos afectantes" hacia las que
Baudelaire abre (si se prefiere cierra) los ojos soberanamente no le suprimen,
sino que por el contrario no tienen "más misión que proporcionarle la
ocasión de contemplarse a sí mismo mientras las ve”‘. Debo hacer observar que
la descripción de Sartre, aunque no se aparta de su objeto, adolece en su
interpretación de una confusión. Lamento tener que entrar ahora, para
demostrarlo, en un largo desarrollo filosófico. No hablaré aquí del engranaje
de ideas que lleva a Sartre a representar "las cosas" de la visión poética
de Baudelaire como "menos afectantes" que la flecha de un cartel
indicador o la señal de un libro (se trata en este caso de categorías: una, la
de los objetos que se dirigen a la sensibilidad, y la segunda de aquellos que
se dirigen al conocimiento práctico).Pero no son ni la flecha ni el camino, lo
que Sartre considera como transcendentes (he tenido que cortar la frase citada
para utilizarla aquí), sino los objetos de la contemplación poética. Admito que
esto se halla de acuerdo con el vocabulario que ha elegido, pero a partir de la
insuficiencia del vocabulario no está permitido en este caso admitir una profunda
oposición entre conceptos. Baudelaire desearía "encontrar, se nos dice'',
en cada realidad una insatisfacción paralizada, una llamada hacia otra cosa, una
transcendencia objetiva... "La transcendencia representada de este modo no
es ya la simple transcendencia de la flecha, la "simple determinación del
presente por el futuro", sino la de "los objetos que aceptan anularse
para indicar a otros." Más adelante se precisa: es "el término
entrevisto, casi alcanzado, y, sin embargo, fuera de alcance, de un movimiento...".
Es verdad que el sentido de ese movimiento “orientado" está determinado
por el futuro, pero el futuro en tanto que sentido no es, como en la flecha, la
ruta accesible, indicada: en realidad ese sentido futuro sólo está allí para
desaparecer. O más bien, no es el futuro, sino el espectro del futuro. Y, dice
el mismo Sartre, "su carácter espectral e irremediable nos pone sobre el
camino: el sentido (el sentido de esos objetos espiritualizado por la ausencia
en que se disuelven) es el pasado. (He dicho al comienzo que el juicio
apasionado de Sartre reclamaría una discusión bizantina. No habría comenzado
esta larga elucidación si no se tratara más que de una confusión sin
consecuencias. No comprendo el interés de cierto tipo de polémica: mi intención
no es abrir un proceso de carácter personal sino asegurar la defensa de la
poesía. Hablo de un enfrentamiento, y es que no puede enunciarse lo que la poesía
pone en juego, sin influir en ella. Es evidente que en cualquier caso, tanto en
la flecha como en las figuras espectrales de la poesía, el pasado, el presente
y el porvenir concurren para la determinación del sentido. Pero el sentido de
la flecha indica la primacía del porvenir. En cambio en la determinación del
sentido de los objetos poéticos sólo interviene el futuro para revelar una
imposibilidad, para situar el deseo ante la fatalidad de la insatisfacción. Por
otra parte si nos damos cuenta de que el sentido de un objeto
"transcendente" de poesía es también la igualdad con uno mismo, no
podemos impedir que nos moleste la imprecisión del vocabulario. No podríamos
negar que ese carácter de inmanencia había sido señalado por el mismo Sartre al
comienzo, ya que como hemos visto, cuando habla del árbol y de la casa que
Baudelaire representaba" nos da a entender que no tenían "más misión
que proporcionar al poeta la ocasión de contemplarse": Me parece difícil,
llegado a este punto, no acentuar el valor de "participación
mística", de identificación del sujeto y del objeto, que forma parte del
poder dela poesía. Es curioso observar cómo con sólo algunas líneas de
intervalo, se pasa de una "transcendencia objetiva" a "ese orden
jerárquico de objetos que consienten en anularse para indicar a otros", en
los que "Baudelaire reencontrará su imagen". Se debe a que la esencia
de la poesía de Baudelaire es realizar, a costa de una tensión llena de
ansiedad, la fusión con el sujeto (la inmanencia) de esos objetos, que a la vez
se anulan para causar la angustia y reflejarla. Sartre, después de haber
definido la transcendencia como la determinación por el porvenir del sentido
del presente, habla de objetos transcendentes cuyo sentido viene dado por el
pasado y cuya esencia es tener una relación de inmanencia con el sujeto. Cosa
que no presentaría inconvenientes (veremos enseguida que el equívoco procede en
parte de las cosas consideradas), si no perdiéramos en esos cambios la
posibilidad de plantear claramente la distinción fundamental entre el mundo prosaico
de la actividad- en donde los objetos, claramente exteriores al sujeto, reciben
del futuro un sentido fundamental (el camino determina el sentido de la flecha)-
y el mundo de la poesía. En efecto, podemos definir lo poético, en esto análogo
a lo místico de Cassirer, lo primitivo de Lévi Brhuhl, y lo pueril de Piaget,
como una relación de participación del sujeto en el objeto. La participación es
actual: para determinarla no necesitamos contar con el futuro(análogamente a
como en la magia de los primitivos, no es el efecto el que confiere sentido a
la operación, es más, para que actúe, es preciso que posea previamente, con
independencia del efecto, el sentido vivo y llamativo de una participación; la
operación de la flecha, en cambio, no posee para el sujeto más sentido que el
futuro, que la ruta a la que le conduce). El sentido del objeto en la participación
poética tampoco está determinado por el pasado. Únicamente un objeto de
memoria, privado tanto de utilidad como de poesía, sería un dato puro del
pasado. En la operación poética, el sentido de los objetos de memoria está
determinado por su invasión actual del sujeto: no debemos despreciar la
indicación dada por etimología, según la cual poesía es creación. La fusión del
objeto y el sujeto reclama la superación de cada una de las partes al contacto
con la otra. La posibilidad de puras repeticiones es lo único que impide
percibir la primacía del presente. Habría incluso que afirmar que la poesía no
es jamás nostalgia del pasado. La nostalgia que no miente no es poética; deja
de ser verdadera a medida que se va convirtiendo en poética, ya que entonces el
pasado tiene menos interés, en el objeto que se recuerda, que la expresión de
la nostalgia en sí misma. Estos principios apenas enunciados plantean
cuestiones que remiten al análisis de Sartre (del que yo me he alejado, sin
duda, solamente para marcar su profundidad). Si ocurre así, si la realización
de la poesía exige que el objeto se haga sujeto y el sujeto objeto ¿no se
tratará simplemente de un juego, un escamoteo brillante? No puede existir duda,
en principio, en lo que concierne a la posibilidad misma de la poesía. Pero la
historia de la poesía ¿no es más que una sucesión de esfuerzos inútiles? : ¡Es
difícil negar que, por regla general, los poetas engañan! "Los poetas
mienten demasiado", dice Zaratustra, que añade: "También Zaratustra
es poeta. “Pero la fusión del sujeto y el objeto, del hombre y el mundo no
puede ser fingida: podemos no intentarlo, pero la comedia no sería
justificable. Ahora bien, al parecer, ¡es imposible! Imposibilidad que Sartre
representa con razón, al decir que la indigencia del poeta está en el deseo
insensato de unir objetivamente el ser y la existencia. Ya lo he dicho más arriba,
este deseo, según Sartre, es o bien el de Baudelaire individualmente
considerado, o el de “todo poeta", pero de todas formas la síntesis de lo
inmutable y lo perecedero, del ser y de la existencia, del objeto y el sujeto,
que la poesía busca, la define sin escapatoria, la limita, la convierte en el
reino delo imposible, de la insaciabilidad. Desgraciadamente es difícil hablar
de lo imposible, de lo que está condenado a ser imposible. Sartre dice de
Baudelaire (es el leitmotiv de su exposición) que su mal consistía en querer
ser lo que era para los demás: abandonaba de este modo la prerrogativa de la
existencia, que es quedar en suspenso. Pero el hombre ¿evita, por lo general,
que la conciencia que él es, al hacerse reflexión de las cosas, se convierta a
su vez en una cosa como otra cualquiera? Me parece que no; y creo que la poesía
es el modo que le permite corrientemente (en la ignorancia en que se mantiene
de los medios que Sartre le propone) escapar al destino que le reduce a reflejo
de las cosas. Es verdad que la poesía, al buscar la identidad de las cosas
reflejadas y de la conciencia que las refleja, quiere un imposible. ¿Pero no es
acaso éste el único medio de no ser reducido a reflejo de las cosas: el querer
lo imposible?
(de
LA LITERATURA Y EL MAL)
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