domingo, 9 de agosto de 2020

JACOBO FIJMAN

 

LAUTRÉAMONT por FIJMAN


"El Conde de Lautréamont era un loco perverso. Yo leí su obra y supe de su vida viviendo en el Uruguay. ¡Que hombre pésimo! Se había entregado a los vicios y hacía con ellos poesía. Era un monstruo. Sólo en él había locura, la del lobo que roe la frente. Nerval en cambio era bueno. Pero se ahorcó de un farol. Le gustaban las manzanas. Lautréamont y Artaud me angustian. Su psicología es la de los vagos Yo estaba atraído a ser como ellos, pero me salvé con la misa y los libros santos.


Mi creencia de que la poesía es la posibilidad del hombre para vencer el miedo a la locura y a la muerte surgió tras la lectura de Los cantos de Maldoror (del conde de Lautréamont). Diría más, un secreto que he mantenido hasta hoy. Yo, a pesar de todo, quiero al conde de Lautréamont. El me conoce. Como juez he tenido que verlo. Tenía ojos celestes de gato. Alto, varios metros. La piel azul y las manos huesudas. No hizo en su corta vida con su obra otra cosa que mostrar su desesperada necesidad de amar. Exaltaba el mal porque no soportaba la hipocresía del bien. Me pidió que no lo olvidara, que intercediera por él ante Dios, que es mi amigo. Hace un tiempo nos encontramos en otra región. El estaba como despojándose del sueño, con agua y con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Se mantenía muy quieto, acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: -Lautréamont, Lautréamont, le dije, -soy Fijman."


(Jacobo Fijman - Poeta en el hospicio)

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