jueves, 13 de febrero de 2014

EDGAR BAYLEY



LA LENGUA FASCISTA


(…) para Barthes la lengua es fascista, en cuanto, como el fascismo, se define, no por lo que impide decir, sin por lo que obliga a decir. Y esto es así porque toda lengua está constituida por signos, y éstos existen en la medida en que son reconocidos, es decir, en la medida en que son repetidos, de ahí que el signo resulte seguidista, gregario; en cada signo duerme un monstruo: el estereotipo. Por lo tanto, cuando utilizo una lengua soy al mismo tiempo amo y esclavo: por un lado parezco afirmar, decir lo mío, aportar algo propio, seguir el camino que he elegido, pero sólo doy en el blanco cuando obedezco, repitiendo como mío lo que me es impuesto y que impongo a mi vez a los demás. En la lengua, pues, servidumbre y poder se confunden inevitablemente. Si se llama libertad, no sólo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también, y sobre todo, a la capacidad de no someterse a nadie, entonces no puede haber libertad más que fuera del lenguaje. Pero ocurre que el lenguaje no tiene exterior. Es un cuarto cerrado. Por consiguiente, habrá que buscar esa libertad – la salida – dentro de ese universo cerrado que es la lengua. ¿Cómo? Haciéndole trampas a la lengua, transgrediéndola, forjando un discurso de des-poder, forjando, en fin, el texto: en primer lugar, el texto poético, que constituye de hecho el testimonio, la prueba de una forma de vida distinta, opuesta, a la forma de vida implícita en la lengua “oficial”, esclerosada y amenazada de muerte por sus propias tendencias fascistas. Allí está, en ese texto, no sólo el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, sino también, en mi opinión, una de las más importantes posibilidades de retroalimentar a la lengua, evitando que ese fascismo que la domina y caracteriza determine primero su parálisis y por último, su extinción. Es, en consecuencia, y tal como se infiere de lo dicho, en el interior de la lengua donde ésta debe ser combatida, y ha de ser el autor, el poeta, quien se encargue de librar el combate, que consiste, en definitiva, en una operación de desplazamiento en el ámbito de la lengua.



1 comentario:

  1. Genial la reflexión de Bayley:sólo transgrediendo el mandato de la lengua se puede empezar a hablar de poesía. Gracias, Toscadaray, atenta a to blog: me gusta.

    ResponderEliminar